2010-07-19 00:41:09
El hombre enamorado (o "El ataque de la señorita MEO")Por
Henry_DraeEsto que es la apretada síntesis de una relación pasada, fue un intento de monólogo stand-up. En su momento fue una catarsis importante, hoy a la distancia lo leo y me río de las distintas situaciones vividas, como a otras que atesoro con nostalgia. Espero que entiendan que si bien por momentos puede llegar a ser ofensivo, sólo intenta reflejar el patetismo propio al que me ha llevado una relación que sin dudas me ha marcado, y que me encantaría compartir con ustedes.
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Quiero hablarles del espécimen más proclive a la extinción de toda la raza humana: el hombre enamorado. Pero no de cualquier hombre enamorado, sino de una nueva raza, el que se enamora por internet. Si uno lo piensa fríamente, con lo complicado que es enamorarse de alguien en persona y vivir para contarlo, ¿hay necesidad de hacerlo por internet? ¿no es como enamorarse de Dios o de algo o de alguien de quien no tenemos pruebas palpables de su existencia?
Pero la culpa siempre es propia, uno siempre tiene indicios de que las cosas en una relación pueden llegar a terminar mal, más allá de lo intangible de la propuesta. Fíjense sino uno de los míos: Vamos a suponer que la señorita en cuestión responde al nombre de María Emilia Ortiz, es decir que las iníciales de una de las mujeres que me rompió el corazón, de corrido se leen como M-E-O…
Disculpen si me pongo un poco escatológico, pero hubiese preferido que sus nombres comenzaran con letras que remitieran a lo “segundo”, porque a veces no soy del todo visionario para interpretar esas señales. Si mi chica se hubiese llamado Clara Alicia Gonzales Ortiz (dice gesticulando CAGO, sin emitir sonido), tal vez no me hubiese animado a seguir con esa relación. O si, pero me hubiese muñido de tal vez unos cuantos rollo extras de papel para soporta… tanta lágrima, ¿qué otra cosa podía ser?
Pero vayamos a la historia: La mujer en cuestión (de ahora en adelante “La señorita MEO”) apareció ante mi en un perfil de internet. Si, si, una vez que me separé con treinta y pico largos, mi semillero para obtener relaciones sentimentales era ése casi con exclusividad.
La señorita MEO se lucía en una de esas típicas fotos de cámara sacadas desde arriba (técnicamente llamado ángulo cenital), en las que la cabeza de la modelo, mide unas tres veces más que el torso a lo largo y a lo ancho. Hay que decir con justicia que a muy poca gente le favorece este ángulo. La gran mayoría parece un colgante de auto adherido al parabrisas. Ella en cambio salía muy favorecida. Tanto es así, que recién una vez que nos vimos en persona, me percaté de que tenía papada. Tomen nota, por favor, esos son los verdaderos peligros potenciales de internet, ¡y no los virus y troyanos! El amor de mi vida tenía papada y yo desconocía esa cruel realidad. Quiero decir, no es que me molestara que la tuviese. De hecho hay gente que la lleva muy bien. Y sino, imagínense que no habría ni pelícanos ni sapos lindos. Lo que me molestaba era la complicidad de la tecnología para ocultar ciertas características físicas de la persona retratada. Y sobre todo la parcialidad. Jamás encontré una cámara que me hiciera ver con pelo, por ejemplo. ¿Por qué la crueldad digital de ocultar papadas y no calvas? Jamás lo entenderé.
Pero apartémonos por un momento de su imagen y vayamos a los datos de su perfil. El perfil es eso que tiene letras al lado de la foto. Esas letras tienen una proporción de interés de lectura inversa al tamaño de los pechos que exhibe esa misma foto. Por suerte, con algunos años de meditación y yoga se pueden llegar a leer hasta tres líneas corridas sin que importe lo que haya en la foto.
En la tercera línea justamente, luego del sexo, la edad y antes de la orientación sexual, venía un casillero que indicaba su situación sentimental, con una opción del sistema bastante frecuente hoy en día, que en lugar de decir “soltera o casada” expresaba “es complicado”. Con un alarde de cualidades deslumbrantes a la hora de abordar cibernautas, se me ocurrió escribirle un mensaje que sólo dijera “¿Y que puede ser tan complicado para alguien con esa hermosa carita?” (Recuerden que todavía no había visto la papada). La muchacha respondió unos días después con algo que no viene al caso pero que si me daba un claro indicador: había picado. Señal de que mi foto, que no fue sacada desde los aires también era efectiva.
Tanto mis fotos y mis textos habían impactado a la señorita MEO, que iniciamos las charlas pertinentes por chat. Como era profesora de literatura, ella hablaba de los libros que leía y yo de los que pensaba escribir. Cualquiera diría que eso también era un indicio de que las cosas no nos llevarían a ningún lado. Pero eso fue un segundo antes de que me pidiera cámara y comenzáramos con el sexo virtual.
Antes les quisiera aclarar algo. El sexo virtual que yo practico no es a lo bruto. No señor, es sexo virtual con amor. No es un “Click and go” (en alusión al touch and go) ni nada que dure mas que una noche o hasta que windows se cuelgue. Para llegar a las clásicas palabras, “¿qué tenés puesto?” y antes de que uno de los dos prenda la cámara, mucha agua habrá corrido bajo el puente. Muchas afinidades y muchas charlas tendrán que formar parte de esa “previa” que muy pocos entienden y es la de hacer el amor a km. de distancia y teclado mediante.
Aunque les parezca mentira, me cuesta burlarme de eso. Porque ahí también hay tipos que usan a las fotos y videos pornos para hacer sus cositas, o otros que usan su imaginación para idealizar a su objeto del deseo.
Y así fue como la señorita MEO fue haciéndose esencial en mi vida. Ella y su ausencia de papada (porque tooodas las fotos que me mandaba seguían siendo desde arriba) llenaban mis días y mis noches con promesas de que algún día nos encontraríamos. Y así fue. La osada internauta me vino a visitar. Con cierto orgullo debo reconocer que no fue ni la primera ni la última que vino a ver a un perfecto “desconocido” desde lejos. Pero como yo sí me conocía bien de chiquito, siempre estuve tranquilo. Ya cuando me acercaba a cualquier espejo aunque viniera caminando de lejos me reconocía.
Y el día tan anhelado, Miss MEO llego a la terminal. La fui a buscar, descubrí que además de su papada, media bastante más en redondeces de lo que acusaba sus fotos y tenía los ojos más chiquitos, lo cual no me desagradó pero me hizo pensar en que tal vez finalmente su madre descubrió sus planes y la reemplazó sacrificándose por ella ante lo desconocido. Pero mis sospechas se diluyeron de inmediato cuando su voz era tan chillona y nasal como sonaba por teléfono. De todos modos la importancia de su apariencia era lo de menos, Miss MEO se había ganado mi corazón más allá de lo físico, y sólo hacia falta materializar el sentimiento.
Estuvimos juntos varios días. No salimos casi a la calle. Al punto que cuando le preguntaban a su regreso “¿cómo la pasaste en Mar de plata?” jamás supo decir que fue lo que le gustó más de nuestra querida ciudad. Por suerte, los alfajores también los venden en la terminal.
Y vinieron algunas visitas más, y luego unas mías a su tierra. Siguieron los problemas con la familia, con un ex novio obsesivo y celoso que usaba a un hijo de ambos de escudo. Una situación un poco espeluznante. Llegó a acosarnos por mail y por teléfono, pero con muy poca imaginación. Llamaba a cualquier hora desde un número sin identificar, una vez a mi, y otra a su ex. Creo que para estos casos el display del celular debería dar otra alternativa que no sea “privado” o “retenida” como he visto en dos aparatos. Tal vez con “idiota obsesivo compulsivo molestando” debería bastar. Sólo llamaba y se quedaba en silencio. Mi temor más grande era que alguna vez hablara y pareciera aún más tonto. Al menos así presentaba el misterio de lo desconocido. La señorita MEO se negaba a admitir que el acosador pudiera ser su ex. Según ella la única forma en que podría hackear una computadora ese muchacho sería haciéndole palanca con una barreta. No exagero, un día ella le comentó que no podía abrir los archivos que tenia dentro de la maquina y el apareció con una pinza para ver como podía sacarlos.
Finalmente, ya algo cansado por la situación, trato de inducirlo a que me hable. Cuando llama una vez más sin hablar le digo: “y bueno, macho, esta vez te tocó perder, tené paciencia, seguí participando, jajaja”.
Y tal parece que funcionó. Al rato, el celular sonaba de nuevo, desde un número sin identificar. Es decir, era siempre el mismo número sin identificar, por lo cual quedaba absolutamente identificado.
Una vez que conseguí sacarle algunas palabras, de amenaza y despecho que no viene al caso reproducir, hablé con mi amada MEO y le dije que se quedara tranquila, que el bromista acosador no podía ser nunca su ex, ya que se trataba de alguien con muy pocas luces y de limitado lenguaje, alguien en quien ella seguramente nunca se hubiese fijado y mucho menos hubiese tenido un hijo.
Entonces me confirmó que según esos datos, no cabían dudas de que se trataba de él. Las cosas sólo podían mejorar.
Pero los problemas no se limitaran sólo a su ex pareja neardenthal, una vez que regresó a su pueblo, pletórica de entusiasmo luego de la primera cita, hubo familiares que hasta le negaron el saludo por salir con alguien catorce años mayor. Por esto tengo la sospecha de que la culpa de todo esto la tiene Menem, las imágenes de su momia recorriendo el mundo acompañando a una mujer más joven condenaron cualquier diferencia de edad en una pareja mayor a dos meses. Sus hermanos le decían que terminaría cambiándome pañales. Y allí me di cuenta ¡Por eso se trataba de la señorita MEO! ¡¡¡Si ésas no son señales!!!
Como sea, no fue fácil. Mi chica no estaba dispuesta a enfrentar nada, tal vez si a intentar un escape. Pensó en irse a vivir a un pueblito de montaña, con su crío, sea conmigo o no. Yo accedí cuando me enteré de una sola cosa: ese lejano lugar carecía de otros servicios pero tenía internet. Ya saben, internet es ese lugar ideal en el que la gente no tiene papada. En fin, también sopesó la idea de mudarse conmigo a mi ciudad, pero siempre se arrepentía unos minutos después de haber tomado la decisión. Siempre pasaba algo que la atormentaba. “Yo estoy meada por un elefante me decía”, sin tener conciencia de que sus iníciales eran más descriptivas que su signo del zodíaco.
Pero lejos de aceptar que ella no era la mujer que más me convenía emocionalmente, yo estaba cada vez más enamorado. Tonta, loca y profundamente enamorado. Una vez más “reconciliados” aceptaba sin chistar sus excusas, sus, según ella “verdades silenciadas que no eran mentiras sino omisiones”. Y cuando iba a verla, tenía que disfrazarme de perchero en su departamento para que nadie le dijese nada. Ey, ¿quién es ese pelado que tiene la pantalla en la cabeza y el foco en la boca”? preguntó una vez su amiga. Y ella respondió “¿Pelado? No te puedo creer, con lo cara que me salió esa lámpara, ya se le ven los detalles”.
La verdad es que nunca me sentí más humillado. Pero el amor no entiende de esas cosas. Yo era la alfombra más suavecita que pudieses pisotear. Pensar que alguna vez dijeron que tenía carácter fuerte. Para eso tendría que haber sido una alfombra voladora, pero me temo que la señorita MEO era demasiado pesada para dejarme levantar vuelo… metafóricamente hablando, ¿eh?
La cuestión es que un día llegue a mi límite. Bueno, a uno de mis límites, porque también descubrí que tenía más luces rojas que las reservas del tanque de combustible de un avión. Era el segundo cumpleaños que pasaba lejos de la señorita MEO y necesitaba de su perfume a mi lado. La invité con pasajes y todo, a ella y a su crío, pero sus idas y vueltas se hicieron interminables y ella jamás llegó. Ya hacía más de siete meses que no nos veíamos, aunque habláramos todos los días al celular. Antes de que lo presuman lo voy a decir, ahora el sexo virtual era telefónico. Del uso de los dedos pasamos a las cuerdas vocales. Ahí también debí darme cuenta de que anatómicamente, nos estábamos alejando de la zona genital, eso tampoco podía ser bueno!
Hasta que al fin, unos días después de mi cumpleaños, una de las últimas cosas que me preguntó fue: “¿conociste o estás saliendo con alguien?” Yo, una vez más, apelando a su confianza le dije “sólo vivo por y para vos, creí que ya te lo había demostrado” Y cuando pregunté ¿y vos? Me dice “Qué poco te valorás, ¿sabés el tiempo que tendría que pasar hasta que yo me sienta cómoda con otro hombre en la intimidad como con vos?”
Quince días era la respuesta exacta, aunque en ese momento no lo supe. Me llamó a los quince días y luego de lo que yo le preguntara que era de su vida que no tenía noticias, me dijo “Espero que estés muy bien, porque yo ya estoy en otra, conocí a alguien, y ya fue a visitar a mi familia en mi casa. Tiene mi edad y es ingeniero”.
La señorita MEO me había destinado el chorrito final. Y apestaba más que nunca. Por esos días escribí lo que serían mis últimas palabras a ese amor tan “complicado”.
Cuando un amor se termina nunca lo hace en silencio
Grita el alma, rugen los sentidos, golpean mil latidos
Cuando un amor se termina nunca se apaga de golpe
Las brasas aún queman, la luz encandila, el vapor destila
Cuando un amor se termina nunca se olvida de prisa
Asalta cada recuerdo, invade cada rincón, se oculta en cada emoción
Cuando un amor se termina nunca lo hace parejo
Te fuiste, te vas, me vuelvo, no estás, no miro hacia atrás.
Cuando un amor se termina…
las ganas de vivir se quedan muy lejos…
Y asi llegamos al final de este que no es más que un ejemplo de lo tonto que se pone el hombre enamorado. Tanto que no podemos entender que una mujer nos ame locamente un día y al levantarse al día siguiente sienta que lo hace por otro. Tal vez no sea capaz de amar tan profundo, tal vez uno mismo sea el culpable al volverse tan obsecuente. Como sea, amigos, nunca cambiaría otro estado por el de sentir amor, verdadero amor. Aunque sea a través de una pantalla. Ni siquiera es lo que nos diferencia de los animales, como se dice de la razón (algo tampoco comprobado) sino lo que nos hace tan parecidos. Y eso no puede ser malo, ¿o sí? ¿Quién cuida mejor el planeta? ¿Una marsopa o nosotros? Me gustaría tener su grado de responsabilidad en lugar del mío cuando nos tape el agua, literalmente.
Gracias por estar allí, y por escucharme. Y si no me entienden y no pudieron ponerse en mi lugar, no se aflijan, ya les llegará. Por mucho que sufran, no quisiera desearles algo mejor a que puedan llegar a estar tan enamorados como yo lo estuve en más de una oportunidad. No se lo pierdan.
Henry Drae
2010-07-19 03:50:49
Re: Henry_DraePor
AlaizHVaya historia de amor, me remite de nuevo a lo de la peli que comente en el post de Expectativas.
Me dió risa eso de la foto vista desde arriba, eso es super trillado, mucha gente lo usa precisamente para ocultar cualquier razgo de papada. Por eso tan de moda en la red, ver mujeres de todas las edades con ese "truco".
En lo personal, entiendo un poco la historia de amor con la señorita MEO... es sólo que las iniciales JBSG, vienen a ser mas un acertijo que una señal... Creo que era mas señal saber que el hombre en cuestión decía que la religión es un buen negocio, cuando llevaba el nombre de un santo.
Las señales enviadas a mi, eran mas bien otras. Claras, como cada una de las que mencionas con la señorita de la situación complcada. Pero cierto, en la convicción de amar, uno puede ir dejando de lado lógica, principios, gustos, etc.
En ese tipo de historias, me da por preguntar: ¿qué es lo que hace que una persona decida establecerse con alguien que conoce a los 15 días de haber vivido una relación con alguien mas? ... bueno, quince días, o el tiempo que sea. ¿por qué con el ingeniero si y contigo no?...
Hace tiempo, anduve con alguien, de quien francamente no me enamore, pero llegue a encariñarme y a confundir eso con amor. Sin embargo, él no quiso formalizar (con formalizar me refiero a establecer una relación exclusiva, NO ME REFIERO a matrimonio, firmas y demas). Razón por la cual termine lo poco que había de relación. Y quizás no tardo 15 días, pero ahora ya es padre de familia...
Confiezo que por orgullo me pregunto: ¿por qué con ella si, por qué conmigo no? (la verdad que no me perdí la gran cosa, compadezco a su actual pareja, pues el es mas bien infiel). Mas sigo con esa pregunta.
Quizá no vale la pena buscar la respuesta. Mas vale contentarse con el hecho de que el orgullo ha sanado, la vida ha continuado y ya.
Saludos amigo Henry