Soy una mujer sincera, amorosa, profesional.
Cuenta la leyenda que al principio del mundo,
cuando Dios decidió crear a la mujer,
encontró que había agotado todos los materiales
sólidos en el hombre y no tenía más de que disponer.
Ante este dilema y después de profunda meditación, hizo esto:
Tomo la redondez de la luna; las suaves curvas de las olas,
la tierna adhesión de la enredadera,
el trémulo movimiento de las hojas,
la esbeltez de la palmera,
el tinte delicado de las flores,
la amorosa mirada del ciervo,
la alegría del sol, y las gotas del llanto de las nubes,
la inconstancia del viento y la fidelidad del perro,
la timidez de la tórtola y la vanidad del pavorreal,
la suavidad de la pluma de un cisne y la dureza del diamante,
la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre,
el ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
Mezclo tan desiguales ingredientes, formo a la mujer y se la dio al hombre.